Los resultados del comercio exterior argentino son pronunciadamente negativos, lo que configura un cuadro de peligrosa dependencia del endeudamiento externo. De acuerdo con los últimos datos difundidos por el INDEC en julio pasado, se registró un nuevo déficit de 798 millones de dólares y se acumuló un desequilibrio de 3.428 millones desde principios de año contra un superávit de 1.020 millones el año pasado y de 5 mil a 10 mil millones en los años previos al cepo cambiario. Como lo que resta del año es un período en el que habitualmente se observa un resultado adverso del comercio exterior –porque quedan atrás las masivas exportaciones de granos–, se proyecta un déficit anual del orden de los 6 mil millones de dólares. Es necesario retroceder muchas décadas para encontrar un resultado tan desfavorable.
Estos resultados son producto de la debilidad de las exportaciones, que cayeron en volumen físico el 2,1% durante los primeros siete meses del año. Los aumentos de precio permitieron, de todas formas, un incremento del 1,4% del valor exportado en ese período. En cambio, las importaciones aumentaron el 8,9% en volumen y el 5,9% en precio, concretando un incremento del 15,4% en valor.
El crecimiento de las importaciones es particularmente significativo en el caso de los vehículos automotores de pasajeros (llegó al 42,3%), mientras que las de bienes de consumo alcanzaron un aumento del 12,5%.
De esta manera, el resultado comercial, que debe ser en el país ampliamente superavitario para poder compensar el déficit en los demás componentes de la cuenta corriente del balance de pagos, contribuye a agravar el problema grave que enfrenta el sector externo argentino. Vale repasar las cifras del balance de pagos del primer trimestre, que ya muestran una salida por rentas de 1.912 millones de dólares, intereses por 1.722 millones y servicios en general por 3.215 millones. El déficit del balance de pagos del primer trimestre alcanzó los 6.871 millones de dólares.