De médicos y pacientes: mirar, escuchar, tocar

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Fabián Vítolo, director de Relaciones Institucionales y Servicios Médicos de Noble Seguros.

En los tiempos que corren, una queja recurrente de muchos pacientes es que el médico los despachó rápidamente del consultorio sin escucharlos y mucho menos tocarlos. Muchos sienten que el profesional se veía más preocupado por cargar datos en un sistema informático que por interiorizarse sobre sus preocupaciones. Es indudable que el uso de la tecnología informática en el consultorio trae muchos beneficios, entre los que se incluyen la mayor accesibilidad a los datos, la legibilidad, los sistemas de prescripción computarizada, los alertas acerca de interacciones medicamentosas, los sistemas de ayuda diagnóstica, la posibilidad de incorporar imágenes digitales y el rápido acceso a cuerpos de conocimiento y buenas prácticas. Sin embargo, la creciente informatización y las condiciones de trabajo de muchos médicos nos llevó a olvidarnos de lo que es realmente importante.

Pedro Laín Entralgo, en su tratado “La relación médico-enfermo”, señaló que “en un consultorio público o privado, en una sala de hospital o en otro lugar cualquiera, un médico y un enfermo se encuentran entre sí. ¿Qué sucede entre ellos? Por lo pronto –salvo excepciones fácilmente imaginables–, se miran mutuamente, lo cual nos obliga a considerar lo que en cuanto a medio de comunicación médica es la mirada. La mirada es ante todo un acto expresivo. Por un momento, los ojos de los médicos y de los pacientes se hacen centros vectores de comunicación recíproca. Más tarde, acaso tras una breve fracción de segundo, la expresión oral –la palabra– asumirá esa función central y organizadora de la comunicación interpersonal; pero, aunque en segundo plano, los ojos no dejarán de participar en ella. Como protagonista primero, y luego como secuaz y acompañante, la mirada interviene decisivamente en la comunicación entre médico y enfermo. Si la clínica auténtica es, como ha escrito Jiménez Díaz, la que ejercita un hombre frente a otro hombre, el arte de la mirada debe ser el primero de los saberes de todo médico que no quiera olvidar su condición humana”.

Sentencia

Un aforismo hipocrático manifestaba hace ya 2.500 años que muchos pacientes se curan con la satisfacción que les produce un médico que los escucha. Más allá de la simple enumeración de síntomas y signos, los pacientes quieren que sus médicos escuchen lo que sienten, sus vivencias de la enfermedad. Un dermatólogo puede concluir que un adolescente tiene un diagnóstico de acné, pero lo que él siente es vergüenza.

Deberíamos pasar, como nos enseñó Francisco “Paco” Maglio, médico y antropólogo, del “interrogatorio médico” al “escuchatorio” ya que la narrativa en sí misma es terapéutica no sólo para el paciente, sino también para el médico. Al “re-personalizar” la relación médico-paciente, ésta se “des-alieniza”. Ya no serán médico-robot y enfermo-robot, sino médico-persona y enfermo-persona. Renacerán el ánimo y la esperanza, desaparecerá el desgaste y, en consecuencia, también el burnout. Pacientes y médicos se sentirán útiles entre sí y la relación será solidaria y desmedicalizante. Serán sujetos y no objetos y se convertirán en fines en sí mismos y no en medios.

Tacto

El acto médico tampoco puede prescindir antropológicamente del tacto, del contacto directo de piel con piel. La importancia de la mano sobre el paciente y su efecto terapéutico es un concepto antropológico existente en muchas culturas desde la antigüedad. El cristianismo lo asimila y sincretiza junto con otros conceptos greco-romanos. Volviendo a Laín Entralgo, “La exploración táctil del enfermo no sería, en efecto, una actividad humanamente técnica si en ella el médico no tratase el cuerpo del paciente como morada personal, como organismo en el que y por el que se hace viviente y tangible una persona”. La miríada actual de exámenes de laboratorio y de imágenes con fines diagnósticos no reemplaza las manos del médico que, a la par de explorar al paciente, brindan alivio y apoyo.

Columna escrita por Fabián Vítolo, director de Relaciones Institucionales y Servicios Médicos de Noble Seguros, y publicada en la revista Todo Riesgo. Su e-mail es fabian.vitolo@nobleseguros.com.

 

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