En el marco de un ritmo de expansión monetaria superior al 30% interanual y con una política de pronunciados aumentos tarifarios, los precios al consumidor se incrementaron en marzo el 2,4%, prácticamente el mismo nivel de febrero, cuando lo hicieron el 2,5%. Debe advertirse también que la llamada inflación núcleo, que no computa el aumento en los precios regulados por el Estado y en aquellos que sufren fuertes variaciones estacionales, volvió a subir el 1,8%, un nivel que, anualizado, es próximo al 24%, La inflación núcleo es la variable que desde la conducción económica se considera más relevante para medir la tendencia de la inflación y se advierte que se ubicó tanto en febrero como en marzo en un nivel equivalente al 24% anual. Este porcentaje supera ampliamente el techo de las proyecciones oficiales de inflación del 17% anual.
Un nivel del 2,4% de inflación mensual es equivalente al 33% anual y el incremento observado en alimentos y bebidas del 3% en marzo supera el 42% anual. Son niveles que no sólo desbordan las metas oficiales, sino que son históricamente elevados. Debe tenerse en cuenta que estos índices se producen en el marco de un alto retraso cambiario ya que la divisa había superado los valores actuales hace más de un año. El Gobierno reconoce que el atraso cambiario afecta amplios sectores que sufren la competencia de importaciones en el mercado interno y ven menguada su capacidad de exportación. No obstante, señala que no puede evitarlo, de forma que no hará nada para intentarlo. De esta manera, no sólo subestima los costos económicos y sociales del atraso, sino que expone a la economía a un estallido del dólar. Este, tarde o temprano, se producirá porque la Argentina acusa un pronunciado déficit de su balance de pagos, que crece por la acumulación de intereses resultante del ingreso de deuda externa y por el deterioro del comercio exterior. La brusca actualización del precio del dólar se producirá en el momento en el que el mercado considere que la especulación más redituable es pasar las inversiones a moneda dura, saliendo de las letras y los plazos fijos en pesos. Ello se producirá ni bien se advierta que por el déficit en el balance de pagos puede resultar difícil al país afrontar los pagos externos. En ese momento se producirá un brusco shock sobre los precios, especialmente sobre los alimentos, con un elevado costo social.