Una dramática transición

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La superposición de la grave situación heredada y la paralización productiva a escala local y global a raíz de la pandemia está generando una dramática transición en la economía nacional.

El gobierno responde con subsidios generalizados que parecen imprescindibles para paliar la situación pero que tendrán, necesariamente, un gran impacto sobre los precios. En países normales, el Estado puede colocar deuda en el mercado para financiar los mayores gastos o, en caso que emita, el impacto inflacionario puede ser muy bajo o nulo porque hay una demanda fuerte del dinero local. Quizás todo se arregla con un leve aumento de las tasas de interés. No hablemos de Estados Unidos: la demanda de dólares crece en las crisis en todo el planeta y puede emitirse sin mayores problemas durante un tiempo prolongado. El Estado argentino, en cambio, al borde de la cesación de pagos, no tiene crédito ni local y menos internacional. Nadie quiere retener el papel moneda que emite, llamado a desvalorizarse.

Plan original

El gobierno de Alberto Fernández delineó un plan económico en los primeros meses de gestión. En el sector externo, un estricto control de cambios y micro-devaluaciones diarias siguiendo la inflación. En materia fiscal se estableció que se mantendría el equilibrio primario, aumentando ingresos con retenciones y otros impuestos, y reduciendo gastos principalmente a través de la desindexación de jubilaciones y salarios del Estado.

Por su parte, en materia monetaria, una política moderadamente expansiva apuntando a bajar las tasas de interés y a aumentar el crédito. La política antiinflacionaria se sustentaría en la política fiscal y monetaria moderada, en el control del tipo de cambio y las tarifas de servicios públicos, y en la desindexación de sueldos. A ello se sumaba Precios Cuidados y otros mecanismos de regulación directos, además de una política de ingresos muy activa tendiente a promover mejoras en los ingresos bajos financiados en gran medida con los ingresos altos.

Todo ese esquema se derrumbó al profundizarse la crisis a escala global, y especialmente local, por las cuarentenas. La situación fiscal y monetaria quedó completamente desbordada. Por ende, la capacidad del gobierno de manejar el dólar, la inflación y la política de ingresos quedó sustancialmente resentida en esta transición.

Reestructuración de la deuda

Argentina presentó un programa de reestructuración de la deuda menos agresivo del que se esperaba y los bonos recuperaron levemente su valor. De todas maneras resulta obvio que, en el actual escenario, la Argentina no puede garantizar de ninguna manera cuándo y cómo va a recuperar su capacidad de repago. No se puede saber a cuánto va a llegar el déficit fiscal y la caída de la actividad económica, ni cuándo va a recuperarse. Puede haber inflación alta, muy alta o hiperinflación.

Por consiguiente, estamos en un escenario de incertidumbre total. De un sálvese quien pueda a la espera de poder restablecer el funcionamiento de la economía sin provocar un desastre sanitario. Mientras tanto, todo es emergencia. Las políticas deben surgir del diálogo entre los distintos sectores tratando de tapar los agujeros más grandes, aunque es imposible pensar en soluciones en el corto plazo.

Premisas

Igualmente, hay dos premisas que deberían guiar el accionar del gobierno para minimizar los costos de esta transición. Uno de ellos es garantizar mínimamente las condiciones de vida de vida de los más vulnerables. El otro, tratar de preservar lo más posible los mecanismos de mercado para evitar una asignación caótica de los recursos.