Sin soluciones de fondo en el frente externo

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La publicación del balance de pagos al tercer trimestre del año permite vislumbrar los graves problemas que enfrenta el sector externo argentino. 2016 se caracteriza por una fuerte caída del salario real, que explica la pronunciada recesión. Sin embargo, se advierte que este gigantesco esfuerzo no posibilitó aliviar el déficit fiscal –de forma que la presión inflacionaria continúa siendo muy alta– ni tampoco obtener resultados favorables en el frente externo, como lo demuestran las cifras publicadas por el Banco Central. La salida del cepo y del default permitió la reanudación del endeudamiento externo, de manera que coyunturalmente se superó el ahogo de divisas que vivía la Argentina a fines de 2015, pero el sector externo agudizó su desequilibrio estructural, lo que hace más vulnerable al país.

La cuenta corriente del balance de pagos –que refleja el resultado de las transacciones de bienes y servicios con el exterior– acumuló en los nueve meses transcurridos un déficit de 10.700 millones de dólares, cuya financiación exige el aumento de la deuda externa. El déficit fue aun mayor durante 2015, elevándose a 11.900 millones de dólares. Precisamente, se advertía el año pasado que el cepo cambiario estaba llevando a la Argentina a una crisis externa.

Pero la pequeña mejora, frente a la necesidad del país de equilibrar la cuenta corriente o incluso hacerla superavitaria para mejorar en forma genuina su nivel de reservas, se debió exclusivamente a una mejora de los precios de nuestras exportaciones y no de su incremento y diversificación. Así lo dejan en claro, con toda nitidez, los informes mensuales del INDEC sobre la marcha del intercambio comercial. La elevada devaluación al inicio del actual mandato presidencial y la fuerte rebaja a los impuestos que gravan las exportaciones repercutieron obviamente de manera adversa sobre el nivel de inflación y la situación fiscal. Pero no lograron aumentar el volumen de las exportaciones ni evitar una nueva caída en las industriales. No evitaron tampoco el mayor ingreso de bienes de consumo extranjeros, que durante 2015, con más atraso cambiario, se restringía en forma directa demorando los permisos de importación.

La Argentina necesita estructuralmente un significativo superávit en su comercio exterior para compensar la salida que produce el pago de servicios reales y financieros y, salvo en los períodos de crisis, lo lograba con un resultado del intercambio del orden de los 10 mil millones de dólares. Nada se avanzó en este sentido y se mantuvo el déficit externo que caracterizó los últimos años del Gobierno anterior. De la lluvia de inversiones tampoco hay rastro. La inversión directa fue aun menor a la registrada en 2015. Durante los nueve primeros meses de este año apenas llegó a los 5 mil millones de dólares, casi la mitad de los 9.600 millones que se registraron el año anterior. Sí hubo un fuerte incremento de las inversiones en cartera (básicamente, compras de bonos y acciones) y en la formación de activos externos, “principalmente, atesoramiento de moneda extranjera” del sector privado, señaló el Banco Central.

Por último, debe tenerse en cuenta que al 30 de septiembre las reservas internacionales eran de 29.902 millones de dólares, con una disminución de 606 millones respecto del trimestre anterior. Las estadísticas publicadas no llegan al cuarto trimestre cuando, por fin, hubo un aumento significativo de la posición de reservas, que hoy rondan los 38 mil millones de dólares, según los últimos datos asociados al ingreso de créditos externos y el blanqueo.

En cuanto a la deuda externa, alcanzaba al 30 de septiembre a 188.778 millones de dólares, lo que implica un incremento poco mayor al 10% respecto del saldo al 31 de diciembre de 2015. Pero la deuda del sector público no financiero y del Banco Central pasó de 102 mil millones al 31 de diciembre de 2015 a 123 mil millones de dólares al 30 de septiembre, lo que implica un aumento superior al 20% en sólo nueve meses.