Las cifras del comercio exterior de julio no muestran, como auguraban muchos, para todo el segundo semestre del año un empeoramiento. En cambio, exhiben récords de exportaciones y superávit comercial, además de una mayor expansión en las manufacturas, donde hay mayor valor agregado. Cuando se habla de que hay que industrializar, cuenta desde ya la industrialización de los productos no agropecuarios. Bien puede hablarse de la gran significación del complejo sojero en nuestras exportaciones, pero ello no implica que nos basta con plantar y cosechar la soja. También los pellets de soja implican mayor valor agregado industrial, más trabajo y más divisas que la venta de la cosecha. Por eso, los granos elaborados y la lana lavada merecen mejor tratamiento fiscal que la materia prima agrícola o la lana sucia.
Comercio exterior
Las exportaciones son mayores no solo respecto a todo el año pasado, sino también a las de 2014 y 2015 y muy superiores a las alcanzadas en el lapso 2016/2019. Naturalmente, los altos precios de las materias primas agropecuarias fueron decisivos para estos resultados. Se advierte entonces lo adecuado de las altas retenciones que permitieron la significativa mejora en las cuentas fiscales durante este año. Ello permitió ampliar sustancialmente la obra pública, que había caído sustancialmente en 2016, 2018 y 2019.
Tampoco las retenciones elevadas inciden sobre la cosecha de trigo y maíz del ciclo 2021/2022.
También puede destacarse que se produjo durante los primeros siete meses un fuerte aumento de las importaciones de bienes de capital del 43,6% y de piezas y accesorios para bienes de capital del 66,5%. Esto explica el significativo aumento de la inversión que informan las consultoras privadas.
Naturalmente no hay un buen comportamiento de la inversión extranjera. Quienes lo denuncian, generalmente no tuvieron en cuenta la política de endeudamiento público y especulativo (la promovida “bicicleta financiera”) realizada en los últimos años que nos llevó a un default que obviamente paraliza la inversión extrajera. Quienes apuran la desregulación del mercado cambiario deberían saber que lo último que debe remudar el país es la promoción de inversiones financieras de corto plazo de fácil salida, que tienden a provocar crisis externa apenas reaparece la expectativa de devaluación.
Deuda y desarrollo
Un superávit como el alcanzado de 8.300 millones de dólares en los primeros siete meses del año garantiza cubrir el déficit de la cuenta corriente de este año. Desde ya, no alcanza a cubrir la amortización del capital. Lo normal es que un país no amortice su deuda externa, sino que la renueve y amplíe en el tiempo. Pero Argentina abuso de tomar deuda privada y con el FMI, quedando en situación de insolvencia. Por eso, los acreedores aspiran a rescatarla.
De todas formas, está claro que el estrangulamiento externo continúa siendo el problema estructural más serio de la economía argentina y que se hizo muy poco en estos años para atacarlo. Hace falta promover una mayor incorporación de valor agregado a las exportaciones y una mayor sustitución de la importación de productos intermedios para cuando el constante ciclo de los precios de los productos primarios se haga desfavorable. Apoyarse principalmente en los productos primarios fue el error histórico de la Argentina.
Naturalmente, cuando éramos colonia estábamos condenados. Pero luego de la independencia, mientras Estados Unidos promovía una fuerte política de industrialización, Argentina se limitaba a exportar materias primas para la industria europea. Ello y la “Conquista del Desierto” iba a llevar décadas de crecimiento. Pero sellaba nuestro subdesarrollo.
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