Luces y sombras

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Ya transcurrió más de un mes de la nueva gestión presidencial y no cabe duda que el gobierno se mostró particularmente activo en el plano económico. Todavía no corresponde efectuar un balance, pero lo que quedó en evidencia es que, tal como se preveía, la situación del país es muy compleja y el camino de las soluciones no es sencillo de encontrar.

Para comprender la situación corresponde analizar las principales áreas.

En primer lugar debe considerarse la situación del sector externo, un frente en el cual se encuentran las mayores restricciones al desenvolvimiento de la economía. El gobierno continuó y profundizó los controles de cambio implementado por el gobierno de Macri a último momento, como forma de evitar el default y una corrida cambiara de efectos catastróficos. Las medidas establecidas entonces no formaban parte del arsenal de políticas económicas del macrismo sino de la oposición, de forma que este en el gobierno naturalmente las continuó y profundizó.

En ese sentido, además de llevar adelante un mayor control de importaciones (única forma de que el nuevo “cepo” no sea fácilmente burlado), impuso el llamado “impuesto solidario” en un elevado nivel del 30% para el gasto turístico y la compra de los magros 200 dólares que el régimen heredado autorizaba por persona por mes. Implica virtualmente un desdoblamiento del mercado que permite una devaluación selectiva de forma de ahorrar divisas, moderando la influencia en los precios. De esa forma se mantiene el dólar alto que se heredó (fruto de sucesivas corridas y no de una política deliberada) y que permite el superávit del balance comercial, pero además se establece un dólar muy alto para los gastos no prioritarios.

Esta política dirigida a sortear la difícil coyuntura del sector externo brindó en las primeras semanas de gobierno un resultado satisfactorio. Hizo posible que el Banco Central continuara con la compra de divisas, que el gobierno saliente sólo logró reavivar en los últimos días de gestión. Además, al anunciar su estrategia para la deuda logró quebrar el catastrofismo que impulsó la oposición en la campaña electoral y que en gran medida jugaba en el mercado, dando paso a una recuperación del precio de los bonos del gobierno (con la consiguiente caída del riesgo país) y una suba de la bolsa. El dólar informal hizo un avance en dirección al dólar solidario, pero se mantenía por debajo de esta cotización y tranquilo. La presión alcista sobre el contado con liquidación no llegaba demasiado lejos.

La mejora en el clima financiero está asociada a la clara manifestación de la voluntad de pagar y a un paquete de medidas que apunta claramente a reducir el déficit fiscal. El aumento de los impuestos y la suspensión de la indexación jubilatoria fueron en este sentido claves. Sin embargo, la incapacidad de cubrir los vencimientos de la provincia de Buenos Aires interrumpió la calma. El gobierno nacional afirmó que no iba hacerse cargo, quizás por las fricciones políticas con el gobernador. Pero también es posible que se tema que si se apoya a la provincia de Buenos Aires habrá que apoyar a todas ellas y la carga puede hacerse muy pesada para las deterioradas finanzas públicas.

Entrando en la problemática local, muy difícil de solucionar sin arreglar el frente externo, los resultados también son ambiguos. El gobierno se planteó atacar la pobreza. Pero buena parte de ese esfuerzo está siendo absorbido por una inflación incesante. Juegan en contra el oneroso costo de reponer el IVA a los productos básicos (una trampa que le dejó Macri), la inflación inercial (que iba ser enfrentada por el Acuerdo Social que no termina de concretarse) y la inflación de expectativas (difícil de enfrentar con los aumentos de precios de diciembre y enero, junto a un potencial impacto de futuras devaluaciones y aumento de tarifas y combustibles). En definitiva, no puede saberse cuando el aumento de los índices dejará de ubicarse entre 3 y 4% mensual.

En cuanto a poner en marcha la economía con un shock de consumo, debe tenerse en cuenta que la restricción fiscal y la inflación están reduciendo la mejora de ingresos al escalón más bajo. El resto de la sociedad, donde se concentra la capacidad de consumo, está perdiendo poder de compra. Por ahora no hay reactivación vía consumo.

El salto de las exportaciones que se esperaba también está jaqueado desde sus bases. La resistencia política al desarrollo de la gran minería, las retenciones a la exportaciones que cuestionan los productores y el congelamiento del precio de tarifas y naftas que repercute sobre Vaca Muerta, ponen en peligro el crecimiento de las ventas al exterior.

Hay voluntad de subir la cuesta, pero el camino se hace cuesta arriba.