El aumento del 3,7% del Indice de Precios al Consumidor (IPC) y el incremento del 6,1% de los precios mayoristas en junio no causaron sorpresa en la opinión pública. Muchas estimaciones privadas ya habían anticipado para el IPC un crecimiento del 4%. Además, la corrida cambiaria provocó un aumento del dólar del 20% en mayo y del 16% en junio, de forma que la aceleración inflacionaria recién comienza a dar sus primeras muestras. La pronunciada caída del poder adquisitivo impidió que el incremento del dólar se trasladara más rápidamente a los precios. Los índices dan cuenta de este freno.
Los precios de los productos importados aumentaron el 10,9% en junio y, como ya señalamos, el nivel general de los precios mayoristas se incrementó el 6,1% y el de los minoristas, “sólo” el 3,7%.
De todas maneras, el aumento del IPC acumulado en el primer semestre del año fue del 16%, superando así holgadamente la meta corregida para todo 2018 que había fijado la conducción económica. La inflación interanual ya llegó al 29,5% y todo indica que se irá acelerando con el traslado de la devaluación, que impactará mensualmente sobre los combustibles y en septiembre y octubre sobre las tarifas de electricidad y gas. De esta forma, la nueva meta oficial del 27% e incluso el tope del 32% fijado en el acuerdo con el FMI serían desbordados.
Porque no son sólo los tarifazos los que impulsan los índices. En junio, los precios de los alimentos se incrementaron bastante más que el nivel general, llegando a crecer el 5,2% con un aumento interanual del 27,5%. En cuanto a la inflación núcleo, la resultante de excluir del índice el impacto de los precios regulados y estacionales, también muestra un incremento mayor que el nivel general en junio, alcanzando el 4,1% con un aumento interanual del 26,9%.
Por otra parte, es tan profundo el desequilibrio económico y tan negativas son las expectativas que aun estos índices vertiginosos de inflación no resultan lo más preocupante de la coyuntura económica.
