La guerra dislocó todas las variables

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La guerra introdujo, sin duda, un factor de incertidumbre generalizada a escala global y local que hace muy difícil analizar las perspectivas económicas. Todo indica que el impacto económico del conflicto no se superará en el corto plazo. No puede saberse con precisión la dirección que finalmente tendrá ese impacto, pero sí que será profundo.

Precios

Por ahora se advierte un aumento a niveles prácticamente récords de los precios de nuestros principales productos de exportación, que se enfrentan a la multiplicación de los precios del gas que importamos.

En lo fiscal implica un fuerte aumento de los ingresos por retenciones, que podría incrementarse más aún si el gobierno, aprovechando la situación, decide aumentar las alícuotas. Pero el escenario político hace difícil que puedan aumentarse los porcentajes de las retenciones, lo que hará imposible evitar una fuerte inyección inflacionaria que afecte severamente la canasta familiar. Las políticas de la Secretaría de Comercio para evitar la convergencia de los precios internos con los internacionales lucen impotentes frente a la magnitud de las cifras en juego.

Por otra parte, el aumento de los precios de la energía está llamado a tener un fuerte impacto negativo. No puede estimarse aún si el mayor gasto de divisas que implicará superará o será inferior al mayor ingreso de divisas del agro, porque no se sabe dónde quedarán esos precios que hoy suben alocadamente con una impresionante volatilidad.

Lo que es claro es que, en lo interno, la reducción de los subsidios a la energía pasa a ser irrealizable más allá del acuerdo con el FMI. Esos valores venían con fuerte atraso. La recomposición tarifaria ya era resistida por buena parte del mismo gobierno y se encaró a través de una segmentación destinada a aliviar el impacto sobre los sectores de menores ingresos. Pero el efecto de las explosivas subas del petróleo y el gas de estos días obligaría a aumentar varias veces los incrementos tarifarios ya anunciados y acordados con el FMI. ¿Es posible transitar ese camino en el país, con los niveles de pobreza de hoy y en medio de un gigantesco aumento de la canasta alimentaria?

Guerra

Recién superada la fuerte recesión global y local generada por el confinamiento al que obligó la pandemia, cuando para morigerar el impacto los países se despojaron de toda inhibición en materia monetaria y fiscal, aparece el monstruo de la guerra en el escenario, que desbarata todas las variables. A la destrucción gigantesca de riqueza provocada por las cruentas invasiones se sucedió la paralización y la destrucción de la actividad productiva por sanciones económicas inéditas, pero que aparecen como el único camino para evitar el drama inimaginable de la guerra atómica.

La aceleración inflacionaria a nivel global, que ya estaba en marcha antes de que las tropas rusas ingresaran en Ucrania, recibió un gigantesco impulso. Se está frente a una inflación de costos cuya magnitud asusta cuando se mira la curva de evolución del 90% de las commodities. Pero también monetaria, porque el sobreendeudamiento de los estados a escala planetaria se verá multiplicado en un contexto de carrera armamentística y desplazamientos de ejércitos, por un lado, mientras la necesidad de subsidios para paliar los dramas humanitarios se incrementa.

El desborde del precio de los alimentos está llamado a provocar, como lo hizo a comienzos de la década del 2010, grandes hambrunas. Los nuevos precios de la energía llevarán a costos de producción que derrumbaran la demanda. Las Naciones Unidas estima que del 2019 al 2020 el hambre afecta a 118 millones más de personas. No se esperan buenos datos de 2021 y los de 2022 serían dramáticos.

Argentina

Por su parte, la Argentina logró un acuerdo con el FMI que le permite evitar el default y la actividad económica arrancó el año a buen ritmo. Impulsadas por la temporada turística récord, las ventas minoristas mostraron una suba interanual del 20,7% y del 12,9% respecto a los niveles de la prepandemia. La producción de autos subió un 22% en el primer bimestre del año frente al mismo período del año pasado, con una participación de 50% de exportaciones.

La recaudación impositiva mostró un crecimiento interanual del 62,8% en febrero. Los tributos vinculados al comercio exterior encabezaron la suba con 70,3%, pero fueron seguidos por los recursos de la seguridad social, que reflejan aumentos de salarios y empleo de 66%.

De todas formas, en este escenario global, y junto a los grandes desafíos propios que implican los ajustes macro pautados con el FMI para la Argentina, resulta imposible hoy vislumbrar el horizonte igual que para el resto del mundo.

 

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