El debate en torno al “dólar soja”

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Con el establecimiento de un dólar diferencial para la liquidación de las exportaciones de soja y la aprobación del Fondo Monetario Internacional (FMI) al plan económico, se logró descomprimir el horizonte financiero de la economía en el corto plazo. Pese a los niveles extravagantes de inflación, que se proyectan con un piso de 6% mensual, la economía parece alejarse del abismo de julio. Entonces, la escalada de los precios y la suba de los dólares financieros no tenían límites y el Banco Central perdía reservas día a día.

El cambio fue producto del acuerdo político dentro del frente gobernante. El acuerdo creó las condiciones para medidas de ajuste sensiblemente mayores a las que se le venían bloqueando desde hacía tiempo al exministro Martín Guzmán y volvió a hacer manejable la crisis.

Dólar soja

En lo coyuntural, el beneficio especial a los exportadores de soja luce muy desprolijo. Representa un subsidio otorgado a través del Banco Central, lo que oculta su impacto fiscal. Más aún, como los mismos derechos de exportación se aplican ahora sobre el dólar de 200 pesos que benefició al sector, dan lugar a un aumento de la recaudación que el gobierno ya se apresuró a gastar. Pero pagar 200 a un exportador, cuando se deberá vender a 150 a un importador, implica una pérdida que impactará sobre el déficit cuasifiscal y, por ende, sobre la emisión y la inflación.

La medida adoptada, que se tradujo de inmediato en aumentos de reservas internacionales de cientos de millones de dólares diarios, dio lugar a la crítica generalizada de los economistas ortodoxos. Estos parecen ignorar la emergencia por la que atraviesa el país. Más tenues fueron las críticas desde el otro lado. Allí destacaron lo llamativo de otorgar condiciones más favorables al sector con mayor capacidad de ceder parte de sus beneficios, mucho más en el contexto de altos precios internacionales generado por la guerra.

Pero sin reservas internacionales, como las que ahora se crearon, no hay política de estabilización posible. Más aún, en julio estábamos deslizándose hacia la hiperinflación. Por ello, es natural que los mercados reaccionaran “favorablemente” con estabilidad y leve descenso del valor de las divisas no controladas y suba de bonos y acciones.

Horizonte

Obviamente, representó solo una solución de corto plazo. La idea que puede vislumbrarse en el horizonte es la de una nueva política cambiaria. Puede tratarse de una mayor aceleración del ajuste diario del tipo de cambio, un salto devaluatorio, el desdoblamiento del mercado o alguna combinación de estas alternativas. Para poder aplicar esas medidas hace falta que el Banco Central, a través de sus reservas, recupere cierta capacidad de acción en función de evitar que se ingrese nuevamente en un espiral dólar-precios. Eso es lo que se está logrando.

 

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