El aumento de los precios en abril fue, según el INDEC, del 2,6%, el más alto desde junio pasado y un signo elocuente de que no se advierte una real desaceleración inflacionaria como argumentan las autoridades. Con la devaluación, la quita de retenciones y los tarifazos del primer semestre del año pasado, se alcanzaron índices mayores que llevaron la inflación anual por arriba del 40%, medida con indicadores provinciales o privados porque el INDEC había suspendido la información por emergencia estadística.
En esta oportunidad, el INDEC dio su primera variación interanual en el año, que alcanzó una suba del 27,5%, lo que refleja una inflación muy alta en términos históricos. Para colmo, la canasta alimenticia en la que concentran casi todo su consumo los sectores de bajos ingresos aumentó un 29,1%. Sin embargo, la inflación del 2,6% de abril supera anualizada al 36%. En lo que va del año, o sea el primer cuatrimestre, la inflación acumuló un 9,1%, lo que anualizado da un 30%.
La inflación núcleo, es decir la que excluye las variaciones de los precios regulados por el gobierno y las estacionales, arrojó también un nivel muy alto del 2,3%, equivalente al 31,4% anual.
Si a partir del incremento del 9,1% en el semestre se quiere alcanzar la meta anual de 17%, fijada como meta de inflación máxima por el Banco Central, sería necesaria una inflación del 0,9% mensual en los ocho meses que restan del año. Si bien el gobierno en vistas de la situación electoral suspendió el grueso de los aumentos tarifarios que tiene proyectados hasta octubre, ese porcentaje parece realmente inalcanzable.
Cabe señalar que, a pesar de la gigantesca acumulación de deuda que está haciendo el Banco Central para esterilizar la emisión que crea un desbordado déficit fiscal, el incremento de la base monetaria mantiene una tasa de incremento del 35% anual. Ello implica que, aunque las autoridades monetarias mantengan en 26,25% anual la tasa de interés de referencia de la economía y el para muchos explosivo stock de pasivos que acumula absorbiendo dinero, la tasa de emisión que sostiene es incompatible con una baja de la inflación a largo plazo. La política fiscal no acompaña lo mas mínimo la política monetaria.
De todas formas, la inflación va a bajar en mayo y en los meses que no haya ajuste tarifario para volver a empinarse en octubre. De allí que los economistas, aun los más afines al gobierno, no proyectan una inflación menor al 22% para el año, muy alejada del 17% que quiere establecer la autoridad monetaria como pauta.