La bicicleta rueda en sentido inverso

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La fuerte presión alcista que se observa en el mercado cambiario, que acumulaba a la mañana del viernes 28 de julio un aumento del 10% mensual, no puede dejar de preocupar tanto por las causas que la originan como por sus consecuencias.

En cuanto a las causas cabe señalar que el incremento se produce cuando los resultados fiscales del primer semestre del año revelaron un fuerte incremento del déficit originado en el peso de la carga de intereses de la deuda -analizado en la anterior nota de esta columna- y por el incremento del déficit externo, que expresaron las recientes cifras del balance comercial.

En efecto, junio volvió a mostrar un significativo déficit del comercio exterior al igual que lo hicieron los cinco meses precedentes. De esa forma, se acumuló en los seis meses estacionalmente más favorables del comercio exterior argentino un déficit de 2.600 millones de dólares contra un superávit de 690 millones en el mismo período del año pasado. Debe recordarse que el resultado del año pasado era ya muy débil debido a que en los años anteriores al cepo cambiario el superávit en la primera mitad del año se ubicaba entre los 5 mil y 10 mil millones de dólares. Con fuerte déficit comercial y teniendo en cuenta el elevado déficit en servicios, dividendos e intereses que acumula el país, el deterioro de las cuentas externas es sin duda muy grave.

Los fuertes desequilibrios fiscal y externo, y el elevado crecimiento de la emisión monetaria -a pesar de la política contractiva del BCRA expresada en las altas tasas de interés-, tiene su correlato sobre el mercado cambiario, especialmente en el contexto de nerviosismo que acompaña al clima electoral. La tendencia fuertemente alcista del dólar, que ya lleva tres meses, determina que la bicicleta financiera comience a rodar en sentido inverso, pasándose así en corto plazo del atraso cambiario a la escalada del dólar por el impacto de la postergación de la liquidación de divisas del agro y la cancelación de letras del Banco Central para pasarse a moneda dura. Y la escalada del dólar, particularmente al ritmo actual, no puede dejar de retroalimentar la inflación.