A fin de crear las mejores condiciones económicas para las próximas elecciones, el gobierno sigue aplicando una política económica sin fundamentos que puede llevar a una profunda crisis el año venidero, tal como ocurrió -en un contexto mucho mejor- luego de las elecciones de 2017. Pero, en principio, está logrando en el corto plazo modestos resultados en cuanto a los objetivos que se trazó.
En primer lugar puede señalarse la estabilidad del dólar que trajo, tal como se buscaba, cierta tranquilidad a la población. Pero es sabido que se logró merced a altísimas tasas de interés, insostenibles en el mediano plazo y fundamentalmente porque se contó con la masiva asistencia del FMI, acompañada de la reafirmación de apoyo del gobierno norteamericano para contener la presión alcista de las cotizaciones. Obviamente, en algún momento, habrá que comenzar a pagar las deudas.
Por otro lado, la estabilidad del dólar, sumada a la moderación y la postergación de aumentos tarifarios, permitiría a partir de este mes moderar la tasa de inflación que todavía en mayo era sustancialmente mayor que a fines de 2018.
En cuanto a la reactivación del consumo, debe considerarse que la utilización de los préstamos de ANSES llevó dinero a jubilados y receptores de la asignación por hijo, y que comienzan a moverse las compras de electrodomésticos e indumentaria gracias al Ahora 12. Además, parece reactivarse la venta de autos con el subsidio que recibió el comprador.
En principio, está claro que era equivocado el diagnóstico de que a fines del año pasado la recesión tocó fondo. La economía siguió cayendo aunque a un ritmo más lento en el primer trimestre de este año y posiblemente la baja se interrumpió en este segundo trimestre próximo a terminar. Una leve alza sólo podría generarse en el tercer trimestre. No obstante, el cierre o ajuste de las empresas prosigue a un ritmo muy significativo, lo que no permitiría fácilmente (incluso con las paritarias) que la masa salarial aumente en términos reales.
Está a la vista la precariedad y el efecto contraproducente que tendrán todas las medidas aplicadas. Mantener este costo, y sin que siquiera la inflación acompañe al dólar, implica necesariamente una futura devaluación en el mediano plazo. No porque el nivel actual de la paridad cambiaria esté lejana al equilibrio de la cuenta corriente del balance de pagos, sino porque dentro del actual modelo de libre salida de capitales y teniendo en cuenta que el país no está en condiciones de cumplir con los vencimientos de la deuda externa que contrajo, la cotización resulta insostenible.
En cuanto al atraso tarifario, no se debe a que los niveles actuales son bajos, sino básicamente a los niveles comprometidos por el gobierno en los contratos con los prestadores. Se postergaron o financiaron aumentos, lo que obligará a fuertes ajustes pasadas las elecciones.
Los créditos del ANSES, los diferimientos de aumento tarifarios, el subsidio a los automotores y las altas tasas de interés que paga el Estado son medidas que tienen un efecto expansivo y que obligarán a un mayor ajuste en el futuro próximo.
La actualización del dólar y las tarifas a partir de noviembre llevará nuevamente a una profunda caída de la capacidad de consumo de la población, imposible de sustituir con un potencial aumento de las exportaciones que no termina de producirse.
Estos pronósticos, desde ya preocupantes, son independientes del escenario político. A medida que se acerquen las PASO y particularmente las elecciones de octubre, la situación en los mercados dependerá, fundamentalmente, de la confianza que despierte el potencial ganador en los comicios, sea el gobierno o la oposición, ya que cualquiera sea el caso habrá que tomar grandes decisiones de política económica. Esas circunstancias y aun la simple actitud precautoria que se tome pensando que quizás el nuevo gobierno equivoca el rumbo, llaman a acentuar la dolarización de las carteras de inversión llegando quizás a una corrida cambiaria. Particularmente teniendo en cuenta que todos los problemas actuales se ven agravados con el mero transcurso del tiempo, porque las políticas que se aplican son en el mediano plazo contraproducentes. De allí que el dólar pueda saltar los actuales diques de contención antes de las elecciones y provocar nuevamente una aceleración inflacionaria y el derrumbe de la actividad económica.