El atraso cambiario acentúa la vulnerabilidad del sector externo

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El escenario del sector externo argentino se está haciendo cada vez más complejo por la política del FMI, que se muestra decidido a otorgar todo el apoyo que necesita el gobierno a fin de facilitar el atraso cambiario que permita en estos meses preelectorales descomprimir los mercados para mejorar el clima y bajar la presión inflacionaria.

Esta política acompaña otras medidas como el diferimiento de aumentos tarifarios y el aliento al consumo a través de medidas puramente transitorias que tendrán elevados costos futuros. En este sentido, son conocidas las consecuencias del atraso cambiario promovido como ancla frente al aumento de los precios.

La decisión de evitar el aumento del dólar a cualquier costo se puso nuevamente de manifiesto estos días a través de dos medidas. Una fue la autorización a mayores ventas de futuro de la autoridad monetaria, elevando el límite a 3.500 millones de dólares. Como hoy el Banco Central tiene una posición comprada de 3 mil millones de dólares, tendría capacidad para vender 6.500 millones para satisfacer la demanda de divisas del mercado. Como ocurriera en el curso de 2015, la compra de futuro de los inversores constituye un negocio gigantesco ya que se anticipa una fuerte devaluación tras las elecciones. Estas operaciones generan una fuerte expansión monetaria que obliga a posteriores restricciones que afectan la actividad productiva.

También se autorizó a las entidades a comprar títulos en dólares más allá del límite patrimonial hoy existente, lo que contribuye a bajar artificialmente el riesgo país.

Estas medidas se toman mientras el FMI, a pesar de cuestionamientos al programa económico y empeorando significativamente las proyecciones sobre la marcha de la economía argentina, consideró satisfactoria la marcha del programa económico vigente y por ende remite al país otros 5.400 millones de dólares que también podrán utilizarse para enfrentar una corrida, dejando al país cada vez más endeudado.

En su informe, el organismo monetario internacional señaló que la inflación anual prevista para 2019 según el convenio firmado con el país se estima ahora en 40%, cuando originariamente se calculaba en 30%. Pero más grave aún es el cambio de proyección sobre la marcha de la economía, ya que si bien para 2019, gracias a su intervención, estima que la caída de actividad se reduciría sólo una décima (de 1,2% a 1,3%), para el año que viene el crecimiento se reduciría a sólo 1,1%, la mitad del pronóstico inicial. Se advierte que un crecimiento del producto de esa magnitud es inferior al crecimiento de la población, de forma que se producirá una nueva caída del PBI per cápita, lo que implica que serán nueve años consecutivos sin crecimiento de la economía argentina. Este horizonte confirma la dureza del ajuste que cabe esperar para el año próximo.

Por otra parte, y más allá de manifestar su conformidad con la marcha de la economía argentina, el FMI deja absolutamente claro que hoy muestra una gigantesca vulnerabilidad en su sector externo y que no está garantizada su solvencia. La deuda de la Argentina se evalúa como sostenible pero “no con una alta probabilidad”, señaló textualmente el organismo.