
La columna de Horacio Lachman.
El aumento del 2,4% de los precios durante el mes de febrero merece un análisis detallado porque impacta sobre el modelo económico. La política antiinflacionaria -consciente de que la inflación no es exclusivamente de naturaleza monetaria- se apoya no sólo en un equilibrio fiscal que minimiza las necesidades de emisión, sino también en una pauta de microdevaluación que pretende que los precios se acomoden a la evolución del dólar oficial.
Pero si la política fiscal y monetaria tiene un costo social y sobre el nivel de actividad que la sociedad parece dispuesta a tolerar, cansada del fracaso de las políticas populistas, la pauta de devaluación incide con fuerza sobre la marcha y las perspectivas del sector externo, un frente cuyo deterioro afecta a toda la macroeconomía, sobre todo en un país con sus exportaciones poco diversificadas y, especialmente, cuando reiterados incumplimientos hacen muy difícil contar con el crédito externo. Por otra parte, ya se advierte una tendencia al deterioro del balance comercial y hay déficit en la cuenta corriente del balance de pagos.
Inflación
Desde febrero, la pauta de microdevaluación fue reducida al 1%. Desde la segunda quincena de enero ya se sabía que ese iba a ser ese el ajuste mensual del tipo de cambio. Sin embargo, los precios no sólo no siguieron al dólar -lo que explicaría un punto– y a la inflación internacional -de acuerdo a la interpretación que hace el gobierno-, sino que subieron un punto mas. Además, ya se anticipa que el nivel de inflación de marzo va a ser mayor -por la estacionalidad que implica el comienzo de las clases- y, posiblemente, también el de abril, cuando hay una alta estacionalidad por la indumentaria dado el cambio de temporada. Por eso, en el Gobierno recién cifran expectativas de baja de la inflación para mayo. Ello implica que el dólar seguirá marchando por debajo de los precios por lo menos en los tres primeros meses de vigencia de la nueva y exigente pauta.
El Gobierno destaca adecuadamente que la inflación en febrero estuvo influida centralmente por el precio de la carne vacuna y que sacando este producto de la canasta se habría reducido al 1,8%. Se trata de un hecho para tener en cuenta. Pero, como contrapartida, la variación de los precios de los productos estacionales fue sumamente baja. Más aún, el INDEC informó que los precios no sólo no subieron, sino que se redujeron 0,8%, lo cual no es habitual. Ya comentamos que en marzo y posiblemente en abril, el comportamiento de los productos estacionales será inverso.
Devaluación
El otro tema, mucho más delicado, es que la expectativa de una devaluación significativa, estimulada por una pauta de devaluación poco realista, esté llevando a los precios de los dólares no controlados a aumentos significativos. Estos tipos de cambio no dejan de influir en los costos de las empresas ya que son los que valen a la hora de repatriar o dolarizar utilidades o cancelar deudas. Pero, sobre todo, generan ajustes porque se asocian al posible nivel que podrán tener los costos de reposición, un tema que preocupa a todos los sectores productivos. En lo que va del año, la brecha cambiaria, que se había acercado al 10%, se está aproximando al 20%.
La evolución del dólar y los precios a partir de mayo es difícil de proyectar. En el medio se encuentra el ingreso del préstamo del FMI, que sin duda mejorará el nivel de reservas y, en este sentido, contribuirá al fortalecimiento de nuestra moneda. Pero una mayoría de especialistas consideran que el nuevo acuerdo incluirá modificaciones en la política cambiaria que influirán sobre el ritmo de devaluación.
En síntesis, se advierte que la estrategia de reducir el ritmo de microdevaluación al 1% en febrero fue desafiante en el escenario en que se tomó, cuando amplios sectores de la economía -especialmente el sector agroexportador- reclamaban ya entonces una mejora del tipo de cambio. Parece haber sido contraproducente. El Gobierno respondió reduciendo las retenciones a la exportación, pero ello fue considerado insuficiente por los sectores beneficiados.
Sector externo
Ignorar los problemas del sector externo es tan frecuente en Argentina como ignorar el déficit fiscal y, si bien entre ambos existen vasos comunicantes, es imprescindible considerarlos simultáneamente para lograr mejoras perdurables en la macroeconomía. La gran mayoría de la crisis en la Argentina no sólo tienen un origen monetario, sino también del sector externo ya que se expresan tanto en aceleración inflacionario como en corridas cambiarias y default. Hoy, los problemas son más del sector externo que monetarios y de la crisis de la convertibilidad se salió en primer lugar con una macrodevaluación y la suspensión del pago de la deuda externa.
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