La columna de Horacio Lachman
La bonanza en los mercados prosigue. Mientras que el déficit 0 se mantiene como irrenunciable, la solvencia del Estado aumenta y, por ende, los bonos de la deuda suben porque podrán ser pagados en tiempo y forma. También las empresas podrán remesar utilidades y, además, las de servicios públicos gozarán de fuertes aumentos tarifarios.
Dificultades
Pero aunque se trata de un sinceramiento, la brusquedad del ajuste está afectando profundamente la actividad económica. Cae dramáticamente la demanda y el ajuste implica la paralización de la inversión pública. La inversión privada sólo se canalizará hacia los productos de exportación y los servicios imposibles de suspender. En este contexto, sólo la exportación puede crecer y no llega a representar el 20% de la economía.
Los optimistas apuntan a que la baja de la inflación permitirá una pronta recuperación de la capacidad de consumo y con ello la reactivación. Sin embargo, no parece haber fundamentos para pensar en una baja rápida de la inflación y muchas ramas de la producción y sectores de la población no podrán seguirle el ritmo.
La conducción económica se vio obligada a escalonar los aumentos tarifarios porque se temía una explosión de los precios muy conflictiva. Pero aumentos que son inminentes, como la cuadruplicación de las tarifas de electricidad o la triplicación del agua, no pueden dejar de incidir con fuerza sobre los costos de producción y capacidad de compra de las familias, dejando un efecto en cascada significativo. Ello lleva a la necesidad de readecuar los demás precios y presiona cada vez con más fuerza sobre el tipo de cambio.
Impacto
Bajar una inflación tan alta sin contrarrestar los impactos inerciales y de expectativas, con poco gradualismo, es una tarea difícil y dolorosa. No es rápida, aunque pretenda ser de shock y, como señalan los organismos internacionales, tiene impactos sociales muy negativos.
La conducción económica también demostró advertirlo al tener que abandonar parte de su doctrina. Salió a presionar a los formadores de precios -una especie cuya existencia había ignorado- para que se autorregulen. Si las políticas de control de precios del Estado son ineficaces, las invocaciones a la solidaridad con el prójimo no parecen llamadas a tener éxito rápidamente.
Recesión
El ancla del dólar tiene un límite y también lo tienen los salarios.
La recesión gigantesca sólo frena lentamente la escalada de precios cuando hay expectativas negativas e inercia. Y debe tenerse en cuenta que la experiencia en la Argentina lleva a que las empresas prefieran no vender antes de hacerlo por debajo del costo de reposición proyectado; o sea, mucha recesión y poco impacto sobre los precios.
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