La columna de Horacio Lachman
Desde esta columna se plantearon dudas desde un comienzo sobre el modelo de ajuste iniciado por el Gobierno. Pero en el último trimestre del año pasado, en un contexto de baja de la inflación, apoyo político interno y perspectivas de un triunfo de Donald Trump que de apoyo externo, la gestión económica ganó la pulseada frente a un mercado que cuestionaba la tasa mensual del 2% de devaluación.
Sin embargo, en la segunda quincena de enero, en consonancia con el anuncio de que la tasa de microdevaluación se reducía apenas un 1%, el endurecimiento del Fondo Monetario Internacional (FMI) en exigir una devaluación y la salida a corto plazo del cepo cambiario y una actitud poco complaciente de Trump con la Argentina -que fue afectada por el arancel del 25% a las exportaciones de aluminio de acero-, la situación cambió. La “toma de ganancias”, que ya semanas atrás se advirtió en los mercados, se transformó en una pronunciada tendencia negativa, tanto de bonos como de acciones, y la presión cambiaria exigió muchos dólares de las escasas reservas para ser contenida.
Modelo
Cuando se escribe esta nota, la tónica de la Bolsa es mejor, pero está claro que la subida del riesgo país arriba de los 700 puntos vuelve a alejar la posibilidad de que el país acceda a los mercados mundiales para obtener financiamiento externo o, al menos, el roll over de los vencimientos. En ese contexto, y con un déficit de balance de pagos creciente, el modelo aparece muy vulnerable. Ello no quiere decir que vaya a “estallar”, pero todo indica que deberán encontrarse otros mecanismos cambiarios que tendrán apoyo del FMI, lo que reducirá su costo y perturbará la enérgica política de desaceleración inflacionaria que se pretendía llevar adelante.
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