Finalizado noviembre ya resultaba absolutamente claro que no sólo la economía no había iniciado un proceso de recuperación sino que continuaba en recesión por un plazo indefinido. Francisco Cabrera, ministro de Producción, respondió ante una pregunta que “es un misterio cuándo la economía arranca” y de la misma forma que se había anticipado a comienzos de año un crecimiento para el segundo semestre, estimó un crecimiento del 4% al 5% para el año próximo, sin aportar elementos de juicio que así lo justifiquen. Confirmando la desorientación reinante en el ámbito oficial sobre el tema, planteó que “habían hecho los deberes tanto desde la demanda como desde la oferta”, de forma que resultaba inexplicable la evolución negativa de la actividad.
En realidad, la conducción económica puso en movimiento todas las fuerzas que llevan a la recesión. Porque desde la demanda no sólo castigó duramente la capacidad adquisitiva del consumidor, sino que quitó competitividad a las exportaciones, admitiendo un fuerte atraso cambiario. Y desde la oferta, practicó una política de restricción crediticia y también acentuó la incertidumbre sobre el futuro de la economía al profundizar peligrosamente el déficit fiscal, dando paso a un vertiginoso aumento del endeudamiento del Estado Nacional y los Estados Provinciales.
En los últimos días del mes se sumaron nuevos datos que confirman el empeoramiento de la situación económica. El estimado mensual de actividad económica del INDEC revela que en septiembre se produjo una caída del 3,7% del nivel de actividad respecto al mismo mes del año pasado. Todo indica que en octubre se habría profundizado esa tendencia y así lo confirma el estudio Ferreres, que muestra para octubre una caída del 4,7% respecto a octubre de 2015.
Volviendo a los datos del INDEC, el nivel de producción observado en septiembre es, a precios constantes desestacionalizados, el más bajo desde mediados de 2012. En agosto, la actividad había subido un 0,3% respecto a julio, pero en septiembre la caída frente agosto alcanzó el 0,8%. El presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, señaló estos días que el índice líder que ellos elaboran le había confirmado la recesión a pesar de la tibia reacción observada en julio y septiembre.
En cuanto al comercio exterior, durante los primeros diez meses del año la evolución resulta francamente preocupante y el último mes computado, octubre, revela la acentuación de los problemas. En efecto, en octubre se produjo un déficit comercial de 114 millones de dólares, uno de los tres peores registros del año, aunque de haber prevalecido los precios internacionales del año pasado, según las estimaciones del INDEC, el déficit del comercio exterior se hubiera remontado a 434 millones de dólares.
En lo que va de 2016, los valores exportados muestran una disminución del 2,1% con una caída del 5,7% de los precios y un leve incremento del 3,8% de los volúmenes exportados. Sin embargo, en octubre pasado se registró una caída del 6,8% del monto de las exportaciones, y el retroceso en volumen llegó al 7,8%.
Las importaciones mostraron en el año una caída del 8,2% con precios que se redujeron un 11,6% y cantidades que aumentaron un 3,9%. O sea, las exportaciones e importaciones muestran un incremento similar. Pero, en particular en octubre, se registró un incremento del 3,9% de los volúmenes importados frente a la significativa caída de los volúmenes exportados. Ello llevó al déficit comercial que, como señalamos, podría haber sido mucho mayor de no haberse producido una mejora en los términos del intercambio.
Si se analiza la composición de las exportaciones se advierte que, en los diez primeros meses del año, la única categoría que aumenta son las exportaciones de bienes primarios. Caen un 3,8% las ventas de manufacturas de origen agropecuario y un 9,5% las manufacturas de origen industrial, que obviamente son las de mayor valor agregado. O sea, se observa una clara tendencia a la “primarización” de las exportaciones.
En cuanto a las importaciones, en los diez primeros meses, el crecimiento se concentró en bienes de consumo (8,9%) y automóviles (25,2%), con fuerte caída de bienes intermedios y piezas y accesorios para los bienes de capital. Ello implica que ingresan más bienes que disputan el mercado interno a la producción local mientras disminuyen los que sirven para la actividad local.
Argentina mantendrá este año un pronunciado déficit en las cuentas externas, que tiende a acentuarse por la carga de los servicios de una deuda en ascenso y con una tendencia al retroceso de las exportaciones y al aumento de las importaciones de bienes terminados. Este fenómeno es el que alimenta los vaticinios de colapso económico ya que los graves desequilibrios observados durante el año pasado tienden a acentuarse en forma exponencial.
El pasado 29 de noviembre se conoció el Indicador Sintético de Energía del INDEC que reveló que la producción de las distintas formas de energía registró en el tercer trimestre del año un descenso del 4,2% respecto al mismo período del año pasado. De esa forma, el problema energético, de dramático peso sobre las cuentas externas y que registró fuerte aumentos de tarifas durante el año provocando la aceleración inflacionaria y la caída del salario real, muestra un desempeño significativamente peor en el año en curso que el desde ya preocupante de 2015.