La columna de Horacio Lachman
Las estimaciones sobre la inflación en abril muestran una fuerte caída del ritmo de aumento de los alimentos. Ello permitiría, pese a los fuertes aumentos en las tarifas, retrotraer el ritmo del Indice de Precios al Consumidor a un dígito.
Sin embargo, son muchos los economistas, varios de ellos muy cercanos al Gobierno, que cuestionan la calidad y sostenibilidad del ajuste en marcha. Entre estos planteos, particular gravitación tiene el del Fondo Monetario Internacional (FMI). Precisamente, el organismo enfatizó sobre la necesidad de apuntalar ambos aspectos: por un lado, atender al costo de las medidas protegiendo a los más vulnerables para darle viabilidad política al programa; por el otro, mejorar los instrumentos del ajuste para hacerlo sustentable en el tiempo.
Temores
Los costos del modelo actual están a la vista. No sólo se está dando el impacto recesivo propio de este tipo de programas. Son muchos los temores de que estemos frente a una depresión más que a una recesión. En efecto, no se trataría de una onda adversa dentro del ciclo, sino de una caída profunda de la actividad sin que se avizore claramente cómo será superada.
El derrumbe de los tres sectores fundamentales en la generación de empleo y valor agregado -industria, comercio y construcción- se traduce en retrocesos de dos dígitos y pronósticos negativos para los próximos meses.
Con los grandes aumentos tarifarios en curso, es imposible que la demanda privada se recupere. El gasto público se reduce como variable fundamental del programa de ajuste. La expansión de las exportaciones está trabada por el uso del dólar como ancla, con un aumento mensual de sólo el 2% desde enero.
Perspectivas económicas
El dinamismo sólo podría provenir de la inversión, pero es sabido que la inversión pública fue borrada del escenario. Y, por lo que se señaló, la inversión privada no se ve estimulada ni por la demanda privada o pública, ni por las exportaciones.
Los grandes proyectos energéticos y mineros van a atraer inversiones, pero las demás solamente podrían explicarse por la llamada recuperación de la confianza resultante de las mejoras en la solvencia fiscal. Sin embargo, la confianza también se ve afectada por la creciente conflictividad en el frente político y social, por un lado, y el atraso cambiario, por el otro, lo que suele traer grandes disgustos a los gobiernos. La representación negativa de los mercados financieros a partir de la gigantesca marcha universitaria -con implicancias políticas y, obviamente, fiscales porque afecta la factibilidad del ajuste en ese ámbito- parece hablar de ello.
Los defensores de la ortodoxia económica plantean -entre ellos, el FMI- la necesidad de acelerar el ajuste mensual del dólar y subir las tasas de interés. Además, es generalizada la demanda de políticas de crecimiento y de concertación para encarar el futuro.
Recaudación
La relación costo-beneficio entre la recesión y la desaceleración inflacionaria se torna más adversa cuando se advierte que la caída de la actividad está provocando el derrumbe de la recaudación, con lo que se ponen en riesgo los logros en el propio frente fiscal.
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