Menos inflación, pero ¿a qué costo?

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La columna de Horacio Lachman

La aplicación de una política de precios más activa, acompañando el ajuste fiscal salvaje, crearon mejores condiciones para la reducción de los niveles de inflación. Por ello, los pronósticos para marzo son mejores que los que existían una semana atrás.

En primer lugar, se postergaron prácticamente todos los gigantescos ajustes tarifarios. El mes arrancó con fuertes aumentos de alimentos y, obviamente, pesa el inicio de las clases. Pero no es lo que se temía.

Historia

También comienzan a incidir en los precios la caída de la cotización de los dólares libres. A ello ayuda que el gobierno parece garantizar una política de ancla cambiaría aún a costa del atraso cambiario, como hicieron de alguna forma la tablita cambiaria de José Alfredo Martínez de Hoz o la “bonanza” de 2017. Ambas políticas de favorecer el ingreso de capitales golondrina especulativos, luego de éxitos efímeros, terminaron en muy grandes crisis del sector externo.

Y no hubo recuperación en V ni con Martínez de Hoz ni en 2017 ya que, en el último caso, el crecimiento apenas alcanzó a cubrir la caída de 2016 y dio lugar a una nueva caída a poco de avanzar 2018. Hubo audaces que proyectaban una recuperación a fines de 2018, impulsada por la cosecha fina, con una economía en ruinas apuntalada por el inmenso e inédito préstamo del FMI. Tampoco llegó nunca y la recesión siguió su curso.

Contexto

Pero el escenario actual es distinto a esas experiencias. Así como no corresponde identificar, como se hace desde sectores del oficialismo, a Alfonsín, Lavagna o Massa con el socialismo revolucionario, no corresponde identificar al liberalismo con el fundamentalismo ultraliberal.

La nueva política antiinflacionaria va escalonando los aumentos de tarifa, pero no es gradualismo porque reemplaza tarifas insuficientes con recorte de transferencias a provincias de jubilaciones y de gasto social sin precedentes, de forma tal que el gasto público se reduce en forma dramática pese a que continúen subsidios a la electricidad o el gas.

Cuando llegue el aumento de tarifas, la reducción del gasto público, la pobreza y la reducción del mercado interno subirán un nuevo escalón.

La presión sobre las grandes empresas para que no adecuen precios a expectativas de inflación es otra política heterodoxa que puede resultar efectiva, acompañada por un juramento de no devaluación, que facilita los negocios con capitales golondrinas.

Inflación

Así es como marzo termina con una inflación más baja de lo que se proyectaba, dejando un arrastre negativo para abril.

El derrumbe del gasto, con la masiva desaparición de la obra pública, y el derrumbe del mercado interno sólo deja a la inflación de costos como motor inflacionario. El Gobierno cuenta con otra ayuda inestimable: la caída internacional del precio de los alimentos, acompañada ahora de las facilidades a la importación. Como todos los instrumentos antiinflacionarios del Gobierno, tiene efectos muy selectivos. La importación de alimentos -por la capacidad financiera, relaciones internacionales y canales de distribución que requiere- terminará afectando la capacidad de venta y el empleo de muchos.

Todo indica que la inflación podrá bajar en los próximos meses, pero no habrá recuperación en V ni recuperación sostenida alguna.

Límites

No es cierto que la baja del riesgo país dará lugar a una inversión productiva que reemplace a la caída del mercado interno y que la baja de la inflación genere la confianza que producirá un creciente y grave malestar social. Ello lo tiene en claro, por ejemplo, el FMI, al marcar los límites del programa vigente.

 

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