La columna de Horacio Lachman
¿Podría el ministro de Economía Luis Caputo, o incluso el presidente Javier Milei, ignorar que con tasas tan brutalmente negativas la brecha cambiaría iba a reabrirse?
Lógica
¿No era lógico pensar que con una inflación anticipada por el propio presidente del 30% mensual -equivalente en tres meses a 120%-, la devaluación iba a quedar licuada rápidamente?
La escalada de todos los dólares y el pesimismo en los mercados también encuentra sustento en el escenario político. El Gobierno se aísla, tratando con desprecio a las demás fuerzas políticas, y pretende avanzar por la fuerza por un camino de muy dudosa legitimidad.
Objetivo
Pero la clave es que el programa es endógenamente hiperinflacionario. Los depósitos a plazo fijo se derrumban y ello constituye una fuente de expansión monetaria de mayor impacto que los ajustes fiscales que se concretan lentamente.
Los libertarios siempre dijeron que el peso es despreciable, que era bueno que subiera el dólar porque iba ser más fácil dolarizar, que bienvenido que “explote todo”. Por eso es relativo que el gobierno esté fracasando.
Quizás, con apoyo político, el proceso habría sido más lento y manejable. Pero la tasa de interés tan negativa y el aliento a la inflación mensual proyectada en el 30% (1% diario) o 45 o 50% según el humor del funcionario, con una sobredevaluación como la aplicada, reflejan que el objetivo no es estabilizar. El objetivo es concretar el drama en qué quizás hubiera caído Massa, pero ahora buscándolo.
Dolarización
En las décadas del ’70 y del ’80, con el auge del monetarismo, los programas de ajuste impulsaban lo que se llamaba “la remonetización de la economía”. Lo que está pasando ahora es todo lo contrario: se busca una brusca desmonetización de la economía. El dinero en todas sus versiones (M1, M2, M3) es en moneda constante la mitad o la tercera parte que en enero de 2022.
Así se podrá dolarizar ¿Por qué esa obsesión? Para terminar por cerrar todas las políticas de desarrollo. Cristalizar las deformaciones estructurales terminando con todos los instrumentos de política económica para volver a una economía primaria exportadora.
La gloriosa argentina del Centenario, como si ese modelo tuviera hoy alguna viabilidad.
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