¿Hay un plan económico y políticamente posible?

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En la reunión del equipo económico ampliado, convocada el domingo 14 para hacer frente al aumento de precios del 8,4% en abril, no surgieron respuestas novedosas que provocaran algún cambio en las expectativas. Los mercados financieros continúan negativos con una brecha entre el dólar oficial y los dólares libres que ronda el 100% y el riesgo país no cede.

Inflación

Todo confirma que los índices de inflación de mayo no mostrarán ninguna mejora. Lo más probable es que suban otro escalón. Hay que tener en cuenta que en los promedios diarios de precios del mes pasado sólo incidió la última semana, cuando se desató la corrida cambiaria. En cambio, este mes se arranca el 30 de abril, que ya es bastante superior al promedio del mes pasado. Por otra parte, estamos sufriendo fuertes aumentos tarifarios, superiores a la inflación porque se trata de corregir retrasos. La devaluación debe acelerarse porque no es posible retrasar el dólar. Las tasas de interés, aunque aumentan la demanda de pesos, a este nivel obligan a los empresarios que deban financiarse a aplicar aumentos de precios que les permitan cubrir sus costos financieros.

Todo indica que una marcha de los precios de esta magnitud no puede corregirse con medidas aisladas. Hace falta un plan integral: ni siquiera alcanza con emisión cero y mucho menos con una macro devaluación. Hace falta que haya confianza porque, sin confianza, nadie cree que en plena campaña electoral la promesa de emisión cero se cumpla y, entonces, la poca demanda de pesos daría lugar a una nueva escalada cambiaria.

Mucho más cuando el sector más fuerte del frente gobernante, el que concentra más votos, continúa boicoteando el programa planteando que la emisión no es inflacionaria y que hay que aplicar desde el Estado aumentos salariales significativos, que la mayoría del empresariado no puede pagar.

La inflación de arrastre no se contiene sólo suprimiendo bruscamente el déficit fiscal. Si los empresarios consideran que será insostenible políticamente el ajuste, seguirán aumentando preventivamente. Aunque se provoque una profunda recesión, preferirán conservar su mercadería en stock a venderla por debajo de lo que suponen que serán sus costos de reposición.

El ajuste es necesario, pero debe tenerse en cuenta que la situación social no admite que ese ajuste afecte de nuevo al elevado porcentaje de población a quien su sueldo no le permite salir de la pobreza.

El ataque a la inflación no puede apoyarse sólo en una reducción profundamente recesiva de la oferta de dinero. Debe buscarse como aumentar la demanda de dinero para aliviar el ajuste. Y para ello hace falta, en primer lugar, un poder político fuerte y acuerdos a nivel nacional que respalden un programa antiinflacionario que mejore las expectativas.

Acuerdo

También es necesario un nivel de reservas internacionales que deje en claro que nuestra moneda tiene respaldo para enfrentar con facilidad movimientos especulativos. Sin duda, hoy eso exige apoyo financiero del exterior. Pero ese apoyo difícilmente sea significativo con el caos político que hoy vive el gobierno y la oposición, donde resulta imposible saber qué pasará en el futuro próximo. Un acuerdo de precios y salario, en el que se sienta la autoridad del Estado, debe pautar los aumentos y evitar que los más fuertes, sean poderosos sindicatos o empresas oligopólicas, sigan tomando ventaja sobre el resto, aprovechando su mayor peso en la negociación y distorsionando la competencia genuina.

Sobre estas bases sí deben aplicarse políticas monetarias contractivas y tipos de cambio competitivos y austeridad fiscal bien entendida. Posiblemente, un nuevo cambio del signo monetario dé una señal de que se inicia una nueva etapa.

El problema es que hoy los acuerdos políticos necesarios no son sencillos de alcanzar y el ajuste clásico, aplicado sobre un país con un 40% de pobreza, no es sostenible. Hay que recordar por ejemplo el Rodrigazo, que fue revertido por la protesta gremial llevando al país al borde de la hiperinflación, o el plan de Lopez Murphy en 2001, que al ser políticamente derrotado, profundizó la corrida cambiaria que terminó en el corralito.

 

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