Mal comienzo de una nueva gestión económica

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Las medidas anunciadas en las tres disertaciones del más alto nivel del gobierno nacional que se pronunciaron el lunes a la mañana fueron muy breves y prácticamente no plantearon ninguna respuesta frente a las graves dificultades económicas del país. Pero lo más grave es que reflejan nuevamente un profundo error de diagnóstico, de forma que las medidas que se vayan adoptando volverán a ser profundamente equivocadas.

Sin duda, el error de diagnóstico más profundo en que incurrió el gobierno es caracterizar los problemas actuales como producto de la incertidumbre electoral. En realidad, la incertidumbre electoral en la Argentina es insignificante o nula. La diferencia entre el primer y el segundo partido no sólo es de 15%, sino que las encuestas van revelando que esa diferencia a favor de la oposición, lejos de cerrarse, se profundiza. Es decir que ya parece muy claro quién va a ganar y quién va a perder en los comicios.

Pero no hay duda de que la evolución de los mercados refleja incertidumbre. Incertidumbre sobre cómo se van a superar los gigantescos problemas en los que sumió al país el actual gobierno y especialmente qué va pasar hasta el 10 de diciembre, cuando asuma su mandato el nuevo gobierno y si habrá una posibilidad, sólo una posibilidad, de que la crisis se vaya conteniendo. Ese diagnóstico obligaría a cambiar la política económica, e incluso en esta difícil y prologada transición a delegar la conducción económica a la oposición que en todas sus expresiones (sea de derecha, de centro o de izquierda) cuestionó por completo la política seguida.

Debe tenerse en cuenta que el gobierno falló sistemáticamente en sus diagnósticos. Ya reconoció que subestimó la herencia recibida, que no tuvo en cuenta el efecto inflacionario del aumento de las tarifas y que no supo interpretar la difícil situación por la que pasaban las clases medias y bajas de la sociedad. Pero además decía diariamente que “lo peor ya pasó”, que se estaban construyendo cimientos sólidos, que se iba a crecer por 20 años, etc.

Desde el ámbito oficialista se insiste en que la nueva crisis cambiaria, pese a las repetidas crisis incluso de mayor magnitud que provocó este gobierno en los últimos años, se debe a las declaraciones de la oposición que desestabilizaron a los mercados. Principalmente se cuestiona que el candidato presidencial triunfante habló de retraso cambiario, de bajar las tasas de las Leliq y de negociar la deuda externa con cada uno de los acreedores.

El actual gobierno desde abril de este año se planteó claramente que la única posibilidad de hacer una buena performance en las elecciones consistía en mantener el dólar. Tanto sus voceros económicos como políticos, así como quienes los apoyaban desde el sector privado, se cansaron de hablar de las ventajas electorales de la estabilidad del dólar a pesar del incesante avance de la inflación. Para ello se logró que el FMI admitiera poner sobre la mesa todo el crédito otorgado al país y que se sostuvieran desde el Banco Central tasas de interés inconcebiblemente alta. Debe tenerse en cuenta que una tasa anual del 75% con capitalización semanal implica una tasa efectiva anual de 110% ¿Corresponde que la oposición se haga cómplice de esta irracional, demagógica y dañina política de contener al dólar en forma artificial hasta después de los comicios?

En cuanto a las tasas de las Leliq se dijo desde la oposición que serían bajadas para poder asistir a los jubilados. Todos los economistas, e incluso desde el gobierno, señalaron que este tipo de tasas de interés hacía imposible la marcha del sector productivo y que, en todo caso, sólo podían sostenerse durante un breve plazo. Pero el Banco Central hace un año que viene aplicándolas, lo que explica la dramática caída de empresas grandes y pequeñas que se observa todos los días, junto a la destrucción del mercado interno. Por otra parte, los gigantescos intereses que pagan las Leliq generan un formidable déficit cuasifiscal, que junto con los intereses de la deuda pública implican un grave estrangulamiento fiscal. ¿Podía la oposición no tener en cuenta estos graves errores de la política económica del gobierno? Si de algo pecó la oposición fue de no ser más enérgica en cuestionar esos instrumentos que tanto daño le hacen al país.

En cuanto a afirmar que la deuda se va a negociar con cada uno de los acreedores, es lo menos que puede hacerse ante la insostenible situación del sector externo que puede llevar a que nunca se le pueda pagar a esos acreedores. Se trata de negociar, en primer lugar, con el FMI, el mayor acreedor. Pero también con todos los organismos financieros internacionales, de forma que refinancien los créditos otorgados a su vencimiento. Tampoco debe dejarse de hablar con las grandes empresas internacionales para solicitarles que reinviertan sus utilidades durante los próximos años y obviamente también debe pedirse a los fondos de inversión nacionales y extranjeros que de la base de garantías sobre la recuperación de la economía argentina no saquen violentamente los dólares que mantienen colocados en el país. Tampoco debe descartarse negociar con los bancos, que tienen grandes carteras de bonos dolarizados, para que mantengan sus inversiones.

Esta situación penosa a la que se enfrenta el país no es producto de un afán intervencionista sino una necesidad, dada la insolvencia a la que fue llevado por la irresponsable política de endeudamiento seguida en los últimos años, y como una estrategia razonable para reconstruir la capacidad de pago del país.

En cuanto a las palabras del presidente deben recordarse cómo comenzaron. La desubicación quedó confirmada al afirmar que era lunes, cuando era martes. Y el poco respeto a la gente de a pie se reveló cuando pidió disculpas a los funcionarios por tener que levantarse tan temprano (eran pasadas la 8:30), cuando pocos días atrás pidió a la población que se fuera a dormir a las diez de la noche para ir a trabajar al día siguiente, sin conocer los resultados de las elecciones.