Finalmente, los mercados y la dirigencia parecen coincidir en la inviabilidad del actual modelo económico. La desconfianza se revela particularmente en lo financiero con la fuerte caída de las acciones (que implica un horizonte de menor rentabilidad y desvalorización de las empresas locales) y con el aumento del riesgo país (que significa menor confianza en la capacidad de la Argentina de cumplir con los pagos de la deuda externa).
El plan de Precios Esenciales que lanzó el Gobierno no sólo no ataca las causas de la crisis. Difícilmente, tenga un impacto siquiera para mejorar la situación social en los meses que restan hasta las elecciones, que es el único objetivo que el plan persigue en realidad.
De hecho, fijar un acuerdo con unas pocas empresas para que mantengan sin variación los precios de 26 productos de la canasta familiar, sobre la base de un “acuerdo de caballeros”, es lo mismo que no hacer nada. Todas las medidas anunciadas son inocuas frente a la magnitud de la crisis. Sólo sirven para que los que todavía sobreviven crean que se está haciendo algo por los más vulnerables y, de esta forma, sean menos pesimistas. Nadie cree, incluyendo a la conducción económica, que las medidas sean medianamente efectivas en el mediano y largo plazo.
Hoy, de ninguna manera, el país está en condiciones de cumplir con sus compromisos financieros de 2021 y 2022. De este modo, nadie puede estar dispuesto a financiar las necesidades relativamente modestas de 2020. Se trata de la deuda que el Gobierno tomó y que facilitó que se fugara, dejando a la Argentina en la insolvencia. La estrategia vigente no tiene la menor posibilidad de recrear la solvencia nacional. La afirmación de que, pese al gigantesco esfuerzo, ahora se están haciendo las cosas bien para poner al país en los carriles de su desarrollo de largo plazo sólo puede ser verdad para quienes creen que ese futuro implica más desocupados, más pobres, más planes sociales, menos mercado interno, menos industria y menos comercio. Todo en función de favorecer el retorno de la Argentina a una economía primaria y exportadora.
Sin embargo, ese país que se imagina como moderno y competitivo está tan alejado de la realidad que hoy lleva a la ruina a los empresarios y al drama social. No sólo se trata de un proyecto injusto: es absolutamente inviable.